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Reflexiones sobre el ser de la sociedad argentina (página 2)




Enviado por W. Daros



Partes: 1, 2

Los acreedores recurren a instancias judiciales para
obtener el pago de las inversiones que supuestamente realizaron,
mientras el deudor -la Argentina- en ningún caso ha
recurrido al orden jurídico para cuestionar a los
acreedores la legitimidad de su reclamo.

Al terminar el siglo XX, el dinero se ha devaluado de
tal escandalosa y corrupta forma que ha terminado con la idea del
ahorro y con la posibilidad de ahorrar. En todos los
órdenes, se dilapidó lo acumulado, no se lo
capitalizó.

Quizás los gobernantes intentaron, en algunos
casos, mejorar la situación presente, ser justos con los
contemporáneos; pero lo hicieron al costo de resultar
injustos con las generaciones venideras que se encontraron (en el
siglo XIX y XX) y se encuentran (en el siglo XXI) con asfixiantes
deudas. Los relámpagos de crecimiento rápido o
desarrollos estuvieron precedidos frecuentemente, en Argentina,
por los nubarrones de los abultados endeudamientos externos y
seguidos de los rayos de la inflación no curada con
producción genuina.

15. El dinero que es un medio, se ha convertido en una
finalidad de vida. Como nunca lo importante es, para el argentino
que desea integrarse al mundo, la Bolsa o la vida.

La mitad de los argentinos, no obstante, solo trata de
sobrevivir en el día.

"Todo lo cual ha envilecido las relaciones humanas, ha
coartado la educación y el desarrollo, la dignidad y la
solidaridad, y ha convertido a los argentinos en seres que
siempre tienen motivo de queja… Los argentinos, entonces,
desesperados y nerviosos, van y votan pensando en el dinero,
esperando soluciones mágicas, con esperanza también
mágicas, y casi inevitablemente después reniegan de
lo que votaron. Y claro, hay que decirlo, no faltan argentinos
que esperan la aparición de `Alguien que venga a poner
orden´…"[35]

Cualquiera responderá que el dinero, si bien no
hace la felicidad, ayuda a conseguirla y disfrutarla. Ahora bien,
esta idea tan argentina ha desplazado a cualquier otro valor. En
consecuencia, se busca el dinero a cualquier precio: la vida ha
perdido valor, el dinero se lo da[36]

En este clima, se comprenderá que la corriente
filosófica con la que más se han identificado los
argentinos ha sido el positivismo; pero, increíblemente
afincado, -desde tiempos coloniales- de espíritu
católico. La mayoría de su producción
escrita -aunque se dieron notables excepciones- consistió
en expresar un pensamiento parcial, fragmentario,
descomprometido, pasatiempista o bien fanático y represor.
Esto ha sido, para el positivista argentino José
Ingenieros, una gran hipocresía: la filosofía de la
doble verdad.

"En sus expresiones más recientes, la
hipocresía clásica se traduce por la
concepción de dos filosofías dentro de la
filosofía
; a la una el dogmatismo social concede la
libertad de investigar la verdad, pero a la otra le reserva el
privilegio de negar las consecuencias ético-sociales de
esa investigación. Tomad los centones de fines del pasado
siglo -naturalistas o idealistas, positivistas o
místicos-, y leeréis en casi todos ellos que
existen una Filosofía de la Naturaleza y una
Filosofía del Espíritu: dos verdades distintas y la
consabida hipocresía
verdadera"[37].

Ingenieros observaba la presencia de la mediocridad en
los ideales de la mayoría argentina (exceptuando,
según él a genios como Sarmiento –genio
pragmático- y Ameghino -genio revelador-). En la
mediocridad, "todo se miente con anuencia de todos; cada hombre
pone precio a su complicidad, un precio razonable que oscila
entre un empleo y una
condecoración"[38].

b) ¿En manos de la suerte?

16. Cuando no existe racionalidad, tampoco existe
justicia o verdad. La realidad misma no es criterio estable: la
realidad humana moderna se ha hecho social y ésta depende
del poder y del dinero anónimo en origen y procedencia.
Ante el anonimato de los que ejercen el poder y ante el
desánimo por la corrupción generalizada, no pocos
creen estar en manos de la suerte, no teniendo tiempo, medios o
ganas para elucidar las causas de la situación
sociopolítica en la que viven.

Cuando no es posible conseguir razonablemente el dinero
con el trabajo, solo quedan otros medios: la corrupción (a
la que se hará mención más adelante) o la
suerte (ese otro nombre que surge ante la impotencia y la
prepopotencia). Ambos son elementos de la vida humana y no
escapan a los argentinos, porque la vida humana no es
necesariamente racional, sino que solo puede serlo si, con
esfuerzo, se trata de evitar las contradicciones en el pensar y
actuar.

La corrupción -que, con matices y excepciones,
atraviesa toda la historia argentina– fue posible por la
falta de responsabilidad del argentino por los bienes
sociales
. La mayoría de los argentinos solo realiza
su vinculación con el mundo exterior mediante las
relaciones económicas individuales, hechas en beneficio
propio. Esto explica el hecho de que tantos argentinos no se
sientan copartícipes de actos y conductas sociales; pero
sí se sientan violentamente atraídas por los
intereses económicos que les afectan individualmente y por
la posición social: allí se halla el límite
de su interés y de su responsabilidad. Para ellos,
éstas son las escalas de valores fundamentales. Parece que
se contentaran con robar y dejar robar; parecen carecer de
sentido y responsabilidad social; aunque tampoco son solidarios
con el que roba: simplemente "no se meten", no lo asumen como
algo que los afecta.

"Su sentimiento de responsabilidad es limítrofe y
está paralizado cada vez que actúa fuera de ese
campo que le interesa. El político o el funcionario puede
robar a mansalva, que nadie se inquietará por sus
usurpaciones. El interés argentino no llega a imaginar que
tiene que defender y que coparticipa de la `cosa
pública´. Ésta siempre está concebida
y vista como ajena. Todo lo que no entra en el círculo
íntimo, económico, yoísta, no moviliza la
sociabilidad del habitante argentino. Esta pauta está
gráficamente expresada por el clásico `no te
metás´"[39].

Esta forma de pensar está generalizada e incluso
estructurada -como la corrupción, la cual requiere un
complicidad mafiosa- hasta el punto de que si alguien presenta
una acusación por un hecho de corrupción o cohecho,
-rompiendo la regla del `no te metás´- no
sería raro que se investigue antes al acusador que al
acusado, de modo de inhibirlo o arrasarlo si es posible. Estos
hechos refuerzan el círculo vicioso de las actitudes
sociales de pasividad o agresividad. Se queda el argentino en
manos de la suerte.

El sociólogo Mafud sostiene que la estructura
social de la Argentina se construyó sobre los miedos
colectivos
[40]miedo a declarar la
independencia respecto del conquistador; miedo al desorden o
arbitrariedad de los caudillos, al déspota con Rosas, al
resurgimiento del déspota después de Rosas, a
quedar fuera del mundo moderno, al avance de la izquierda, al
retorno del irigoyenismo o del peronismo o de los militares, o de
la hiperinflación o del hegemonismo partidario… El
argentino debe optar y votar por el mal menor y por miedo al mal
mayor; y el conjunto de males aunque sean menores no dan por
resultado nada bueno.

Este miedo argentino no es del todo injustificado si se
tiene en cuenta su historia argentina. Ésta ha sido una
historia donde el poder político y social tendió a
convertirse en autoritarismo, esto es, por un lado, a
disminuir o suprimir los otros poderes propios de una
república y a hacer unipersonal (adelantados, virreyes,
caudillos, gobiernos hegemónicos como los de Rosas, Roca,
Yrigoyen, Perón, y militares)[41] y, por
otra, a perpetuarse en el poder. La autoridad no es vista como un
servicio, sino como un feudo y un lugar prestigio personal o de
rapiña; de este modo, los gobernantes crean las
condiciones (censura, propagandismo ideológico,
marginación de parte de la sociedad, alianzas espurias
entre las formas -legislativa, judicial, ejecutiva- de gobierno)
como para que no puedan ser relevados del poder sin violencia o
conmoción popular. La historia argentina se convierte
entonces en una serie de rupturas, sociales y políticas,
traumáticas. Se tiene la sensación de estar en
manos no de las leyes, sino de la suerte, de la cercanía
de alguien que lo favorezca (porque de favores se
trata).

17. Además, como la vida social civil y
política argentina, casi siempre estuvo jaqueada por la
imprevisión, por incumplimiento de la ley, la
pasión por el juego se une a un pensamiento
mágico
, el cual da un resultado que no puede preverse
razonablemente.

Con un golpe de suerte se minusvalora el progreso lento,
producto del trabajo, del esfuerzo, del ahorro. Pero los
argentinos han visto, en la segunda mitad del siglo XX,
reiteradamente vaciadas sus cajas de jubilaciones (cuyos
depósitos se derivaron a otros fines) y ahorros,
frecuentemente devaluados o confiscados por
años.

También aquí, el Estado, como ave de
rapiña, siempre ha necesitado gastar más para
mantenerse en poder o favorecer a sus prosélitos. La
esperanza de ganar por suerte, sin tener medios adecuados para
lograr fines, es el resultado de una desesperanza, desasosiego y
decepción en la racionalidad -o mejor irracionalidad- de
la vida social en la que vive el
argentino[42]

La imposibilidad de previsión hace al
argentino más resentido ante su situación al
parecer sin futuro, lo desalienta ante la exigencia de esfuerzo y
lo convierte en un cínico, en un cumplidor aparente -y en
realidad en un despreciador íntimo- de las
leyes[43]Porque cínico
(künikós: concerniente al perro) es aquel
que, como algunos filósofos griegos (Antístenes,
Diógenes de Sínope), poco confiados en la
democracia vigente, se mofaban de las instituciones sociales
y de los bienes privados,
hasta el punto de que cuanto
más conocían a los hombres más amaban a su
perro[44]No obstante, al cínico moderno lo
separa al menos (por no mencionar otros) un aspecto importante:
el cínico griego desea encontrar la felicidad en la
libertad interior y en la indiferencia hacia las demás
cosas; el cínico argentino es indiferente a lo que sucede,
a lo que dice, a lo que causa; pero no es indiferente al
bienestar ajeno; frecuentemente lo carcome la envidia y sigue
deseando poseer la felicidad ajena y admirando los bienes que no
posee y que desearía poseer, fingiendo no poseer y
ocultando lo que posee.

Los acontecimientos del 20 y 21 de diciembre de 2001
dividieron las aguas de la política argentina. La crisis
económica si bien era previa (cuatro años de
recesión, de aumento del riesgo-país, del desempleo
que llegaba ya al 23% antes de esa fecha) se precipitó con
el temor al colapso y el envío de los dineros fuera del
país[45]Todas las instituciones fueron
cuestionadas; se exigió "que se vayan todos"; pero solo un
retoque y un lifting de pacotilla (se fue De la
Rúa, el pato de la boda, y el presidente de la corte
suprema de justicia, cabeza de iceberg). Se quedaron todos los
políticos, más cínicos ellos, más
pobre -en cantidad y calidad– la población, más
violenta, más insegura. Aumentó la violencia
anónima y delincuencial
en grado proporcional a la
fragmentación y exclusión social
provocada.

El cinismo no escapa a la conducta que ha sido
casi normal de los gobiernos políticos, también del
gobierno argentino. El gobernante no teme afirmar una cosa y
luego la contraria; prometer seguridad y luego crear leyes que la
socavan; prometer hacer gestiones para erradicar el desempleo y
al mismo tiempo aprobar leyes que lo incrementan; firmar
decretos-leyes devaluatorios y afirmar que él no la hizo
sino que la devaluación ya estaba hecha; sugerir que se
debe ahorrar e invertir mientras congela por decreto los ahorros
depositados, no previendo las consecuencias de las inversiones
extranjeras golondrinas; ser garante de paz entre países
latinoamericanos en lucha y al mismo tiempo venderle armas a uno
de ellos -por supuesto, afirmando no saberlo-; crear
instituciones de control de ética pública, pero sin
obligación de realizar declaraciones juradas
transparentes; administrar justicia contra los que delinquen no
pagando sus impuestos por ganancias, pero manteniendo los jueces
el privilegio de no pagarlos.

Cuando no hay cumplimiento de las leyes, no hay pacto
social posible; la convivencia social se convierte en un refinado
estudio para evadirlas. Cuando la mayoría evade las
exigencias de las leyes, los juzgados no son suficientes y no hay
condena, sino caducidad del proceso y carencia de penas:
impunidad.

La vida social pierde el sentido y la escala de valores:
todo es igual, nada es mejor. En este caso, la sociedad se rige
entonces por la astucia y por la fuerza.

18. La confianza en el azar es una forma de escapar a la
necesidad de tomar decisiones racionales, individuales y
sociales, y escudarse bajo el manto de lo imposible. La creencia
en la suerte da una justificación rápida y
light a los problemas. De hecho, los gobiernos la ven
como una necesidad de los argentinos y han sabido fomentarla y
anestesiar a la gente para valores más
racionales.

La confianza en la suerte está unida a una
mentalidad mágica por la que se cree en
soluciones mágicas, sin análisis ni
investigación sobre las causas y los efectos.

Sabemos que una creencia consiste en la
afirmación que alguien realiza sobre algo que conoce, pero
que no puede dar razón directa del valor de ese
conocimiento, no encontrando, por otra parte, un motivo
más fuerte para dudar de lo que cree. Por ello, una
creencia puede ser racional si quien cree tiene un motivo externo
– un testigo, por ejemplo- para no dudar de lo que conoce o se le
comunica; o bien puede ser irracional, creyendo sin motivo o
fundamento alguno. También puede ser irracional al no
poder armonizar los momentos de inteligencia con los emocionales;
la realidad con las ilusiones; el presente con el futuro. El
argentino suele vivir el futuro próximo como realidad, sus
deseos como realizaciones y por ello no teme arriesgarse en manos
de la suerte en quien confía.

En el nivel social, el pensamiento mágico en que
desea vivir el argentino más que tener un fundamento
racional, posee un fundamento cínico: está
convencido que la Argentina es un país absurdo,
contradictorio, donde todo puede ser y no ser, según las
conveniencias especialmente de la clase dirigente.

19. La creencia irracional es un voluntarismo: se basa
en la imposición de la voluntad en lugar de la
razón. Al no requerir lógica, análisis,
pruebas, el estado de creencia es simplificador y está
ampliamente difundido.

Una posible y frecuente causa de la creencia irracional
es el miedo, motivado a su vez por la imposibilidad de prever, el
cual paraliza el movimiento de la razón y hace
trastabillar la jerarquía de valores. El miedo, ante la
vida a cualquier precio o padecer una muerte digna, hace optar
ciegamente por la primera. El miedo nos hace elegir el mal menor
aunque se sabe que es un mal. Así se podría
explicar la resignada aceptación de la decadencia de la
clase política partidaria, siempre elegida como el mal
menor entre dos males. No es de extrañar que por este
camino se termine en un lento pero fatal
despeñadero.

¿Mas cómo no va sentirse desilusionado el
argentino trabajador, que se esfuerza trabajando, que ahorra
honradamente y que reiteradamente se ha visto estafado? En
qué partido político puede esperar, si los
existentes más que ejercer una oposición, parecen
esperar pacientemente, como cómplices, su turno en la
posesión arbitraria de poder. La sensación de estar
en manos de la suerte no es sólo del pasado, sino que se
perpetúa como herencia con fuerte vigencia en el presente
argentino. La devaluación de la moneda argentina en enero
del 2002, por ejemplo, firmada por la presidencia de la
nación, provocada en parte por la desconfianza de los que
más poseían en depósitos bancarios, y
solicitada por los que poseían gran capacidad de venta, la
tuvieron que pagar sobre todo los asalariados que vieron en pocos
días cómo la capacidad de compra de sus salarios se
reducía a menos de un tercio. Cada mes, por muchos
años, fueron dejando dos tercios de su sueldo. La
indignación labró entonces el eslogan "Que se vagan
todos (los políticos)" y, aún años
después, grafiti tales como "Vota a nadie: nadie
te representa", indicando la inexistencia de una democracia real.
La mayoría de los argentinos quedaron en manos de la
suerte (esto es, de la arbitrariedad y la corrupción
inmanejable por el indefenso ciudadano). No obstante, esta
débil y frágil democracia permite aún
expresar la crítica.

"En este sentido, el Estado argentino se ha comportado
como un padre prostituido que exige moralidad y respeto a sus
hijos"[46].

c) Arbitrariedad del poder, la viveza criolla y
corrupción

20. En una visión teocrática del poder,
como la vivida en la Edad Media, el rey tenía, por
sucesión, el poder de la autoridad procedente de Dios. Los
reyes no representaban al pueblo, sino que los gobernaban. El
poder del rey era absoluto, esto es, libre de toda
limitación.

Si bien con Locke, Montesquieu, Rousseau este poder
absoluto es pensado como depositado en el pueblo, esta idea no
tuvo vigencia en Latinoamérica hasta el siglo XIX.
Aquí la autoridad la ejercía el rey y su
representante directo el virrey. Con la caída de los
virreyes, los caudillos tomaron de hecho el poder según
las provincias o zonas y el poder siguió siendo absoluto,
pero diversificado[47]La ley de hecho se
identificó por décadas con el caudillo. En los
hechos, las provincias fueron entidades autónomas por tres
décadas (1820-1853). Fueron los caudillos federales del
litoral (liderados por el santafesino Estanislao López y
el entrerriano Francisco Ramírez) quienes en la batalla de
Cepeda provocaron la caída definitiva del gobierno
directorial, propenso a una concepción centralista o
unitaria de gobierno nacional[48]

Por cierto que los caudillos pretendieron gobernar
defendiendo sus vastos territorios o latifundios que luego se
dividirían en hacendados (después estancias),
formando "los pueblos de la campaña". Cada caudillo
tenía su estilo de gobierno, pero en general, en sus
luchas, su ley era la fuerza y la búsqueda de bienes por
saqueo y prestigio de poder.

"El saqueo pasa a ser un medio de guerra normal; sus
formas son, por otra parte, infinitas e ingeniosas. En las
ciudades que van a saquear, quienes tienen algo que esconder se
apresuran a hacerlo… Quiroga no pierde tiempo en vanas
búsquedas: toma rehenes, los condena a muerte, les fija un
alto rescate. El mismo padre de Sarmiento, notoriamente pobre,
debe comprar su vida con 2000 pesos plata, durante la
ocupación riojana de San Juan en 1829. Aun quienes se
cansan de reprochar a Quiroga sus violentas expoliaciones
deberán tomar el mismo
camino…"[49]

21. La revolución de Mayo de 1810 puso el
problema de legitimar la autoridad y para ello se apeló a
la soberanía popular (como Mariano Moreno lo había
bebido de Rousseau; más creía que el pueblo
debía ser guiado por los iluminados de Buenos Aires); pero
debió esperar hasta 1853 para que se constituyese una
nueva Nación. Idealmente la Constitución
Nacional estableció la ley fundamental
para todos los
ciudadanos argentinos, pero en la realidad, los valores de la
Constitución Nacional no fueron acatados
rápidamente. Se estableció la división de
los poderes propios de una república, pero
acentuándose las facultades del poder ejecutivo sobre los
otros dos, ante el temor de la anarquía. Si los
anglosajones vieron en la tiranía un mal inaceptable, los
hispanoamericanos tuvieron que aceptar la disyuntiva:
anarquía o tiranía (caudillesca), y prefirieron
ésta a aquélla. En realidad, en América
latina se establecieron reyes con el nombre de
presidente[50]

La mayoría de los argentinos no participaron en
la gestación de la Constitución Nacional. El
argentino se habituó, por mucho tiempo, a obedecer al
caudillo, hombre fuerte con arbitrariedad en el poder, y a
esperar de él las decisiones y la ayuda en sus situaciones
difíciles.

Casi se podría decir que la mayoría de los
habitantes argentinos no ejercieron el poder de la
ciudadanía por más de un siglo
, pues del
gobierno de los virreyes se pasó al gobierno de hecho de
los caudillo y estancieros (con una representación,
más o menos discutida, de gobierno nacional en Buenos
Aires); y pasándose el poder luego a minoría (con
propiedad y avecindada) que ejerció el derecho al voto
hasta 1912, cuando finalmente se universalizó para todos
los hombres mayores de edad y se hizo secreto. Este hecho
quebró la tradición de los dos partidos
conservadores que se alternaban en el poder y dio lugar a
partidos populares.

Más aun así, por largo tiempo quedó
el recurso al fraude electoral, según el cual el
gobernante había sido "hecho por un corto número de
ciudadanos faccionados al abrigo de la fuerza militar" o
"prevaleciendo la votación de otros complotados por el
influjo de los aspirantes". Ante el peso numérico de los
votantes o representantes (sobre todo de la ciudad de Buenos
Aires), en tiempos de Yrigoyen, se opondrá una
elección por "el valor moral" de los
mismos[51]Los conflictos terminan
dirimiéndose a través del ejército en
armas.

Hechos los escrutinios, las mesas electorales eran
soberanas en su decisión, por lo que de decía
que quien gana la mesa, ganaba también las
elecciones
[52]Así describía el
hecho electoral un vecino de San Nicolás, en 1823, en que
se describe, la indiferencia, el fraude y la prepotencia reinante
en ciertos casos, bajo la apariencia de acto
democrático:

"El domingo 20 del corriente fueron las elecciones de
representante: fue electo Fray Francisco de la Concepción
Díaz Vélez. Por haber llovido toda la noche
precedente y parte de la mañana del domingo, no vino
hombre alguno de la campaña…

El Sábado por la tarde ya sabía yo quienes
habían de formar la mesa escrutadora. Alcaraz
asistió al acto con la tropa; anduvo pesquizando las
papeletas de los concurrentes y al que no tenía la
ministerial, se la quitaba y se le daba otra. Ud. sabe cuan
tímidos y cuan ignorantes son los paisanos en estas cosas;
así fue que el celador se burló de todos…
Aquí absolutamente nadie sabía quien era D. Domingo
Díaz Vélez…"[53].

22. En 1828 "la violencia y la corrupción
electoral" se habían instalado en el sistema. Se
hacía evidente -y también imposible- generar una
Constitución Nacional. En 1º de diciembre de ese
año estalló la revolución militar de Lavalle
y reinstaló, para esa ocasión, el viejo sistema de
los cabildos (suprimida en 1821): voto a la popular levantando el
sombrero con la mano derecha. Surgió luego una fiebre de
listas de candidatos, pero al ser el voto cantando en
público
frente al juez o jefe de mesa electoral, la
pluralidad de listas no era un sinónimo seguro de acto
democrático pluralista. Existían redes electorales
organizadas por los dirigentes, que permitían emitir los
votos propios e impedir los ajenos. Así le escribe un fiel
seguidor de Rosas:

"… Me presenté yo en la sacristía de la
iglesia que es donde se han hecho las elecciones y al empezar a
tomar los votos fui yo el primero que dije: `Doy mi voto por el
Sr. Gral. Don Juan Manuel de Rosas y el Sr. Gral. Don
Ángel Pacheco. Todos me miraron y me preguntaron si ese
era el voto que daba, lo ratifiqué y dije que sí…
pero sucedió que todos los que estaban con las papeletas
en las manos para entregar, unos las guardaban, otros las
rompían y los que estaban presentes y fueron viniendo
después, sin que nadie les advirtiera y les dijera nada,
todos votaron por Rosas y
Pacheco…"[54]

En este contexto, en 1829, aparecerá el
comandante de campaña Juan Manuel de Rosas como
restaurador de las leyes, al cual se le otorgaron facultades
extraordinarias para el gobierno de Buenos Aires, ante el temor
de la anarquía, argumento que el caudillo Rosas supo
explotar reiteradamente.

Como frecuentemente ha sucedido en la Argentina, se
guardan las formas aparentemente democráticas,
pero de hecho la conducta ciudadana era tergiversada. Rosas, por
ejemplo, en 1835, solicita un voto plebiscitario para garantizar
la suma de sus poderes públicos; pero el acto electoral no
fue presidido por autoridades electas; sino por los jueces de paz
y escrutadores designados por el poder ejecutivo, tampoco se
consultó a la campaña, presumiéndose que el
voto de ésta era tradicionalmente favorable a Rosas. De
hecho, después de 1835, en el ámbito electoral se
impuso durante el gobierno de Rosas la lista única de
candidatos, elaborada por el gobierno. La uniformidad así
obtenida fue alabada por la prensa (La Gaceta, 30 de
noviembre de 1836), no sin el cinismo tan frecuente en la prensa
adicta, como expresión de la voluntad general que, "en los
pueblos nunca pueden menos de ser libre". El voto ya no fue
un acto de elección sino de consentimiento inevitable

ante el poder: se redujo a un ritual y un simulacro de
elección. Rosas justificó este hecho, como suelen
hacer siempre los que interrumpen las normativas legales, en
nombre de una moral superior, como benéfico pues se
combatía de este modo "a la misma
corrupción"[55]. Rosas, como caudillo (o
hacendado) con todos los poderes políticos, mantuvo la
formalidad del poder legislativo (ubicado en los diputados
elegidos para la Sala de Representantes) y judicial, aunque
renovándolos hasta ubicar a las personas que
explícitamente habían adherido a su gestión
de gobierno. La ausencia de una Constitución Provincial
hizo que el poder ejecutivo avanzara sobre los otros
poderes.

23. La sociedad moderna existe cuando todos los socios
libremente organizan el poder que resulta de la unión
mutua, tras la discusión de las divergencias, en un
proyecto de vida social. La ley (del griego logos)
indica la norma que establece un orden, una racionalidad en la
conducta de los socios: La ley fundamental es la
Constitución, la que constituye a una nación. Por
ello, el principal poder de una república debería
hallarse en el poder legislativo, constituido por mentes
lúcidas, capaces de mantener normas justas. El poder
ejecutivo tiene por finalidad llevar adelante lo establecido por
las leyes. El poder judicial no hace más que constatar el
cumplimiento o incumplimiento de las leyes, en particular de la
Constitución que es la Ley Suprema. Cuando el
espíritu de la república (que se basa en la
división y relativa autonomía de los poderes
supremos) se desvirtúa, entonces estos poderes juegan con
las leyes para perpetuarse en el poder o favorecerse con
él, convirtiéndose en una especie de
asociación gobernante ilícita. En este caso, se da
la máxima corrupción: se usa el poder para un mutuo
chantajeo en beneficio de grupos, con olvido de los intereses
públicos y comunes a todos los ciudadanos o socios
civiles[56]En este contexto, lo que rige o
gobierna es la voluntad del más fuerte, la ruptura de la
racionalidad social[57]La opción que resta
entonces es la anarquía o el autoritarismo: dos
extremos irracionales
, promotores de inestabilidad
cíclica, gobernadas por la ley de la jungla, las guerras
civiles o las intervenciones militares.

Desde el punto de vista económico, Argentina
también ha jugado, en las últimas décadas
del siglo XX, con los extremos: o hiperinflación
o cambio fijo de la moneda. Del caos, o ausencia total de
racionalidad (inicio de guerra civil), a una supresión de
la libertad y a la racionalidad impuesta por los militares. En
este contexto, los dictadores o déspotas son vistos como
liberadores hasta que generan un nuevo caos (económico o
político). Otro extremo frecuente en la vida argentina es
el fanatismo o el cinismo: la defensa a ultranza de una conducta
o idea, o la indiferencia ante ella. En ambos casos, es siempre
la vida racional, ordenada, adecuada, la corrección lenta
pero constante de los errores mejorando las leyes (y no por el
contrario, abandonándolas antes de haber intentado
cumplirla), la que sale perdiendo[58]

24. Desde tiempos de la colonia española, los
argentinos constataron cómo el gobierno era algo que
estaba lejos de sus decisiones
. Fueron las invasiones
inglesas las que despertaron el sentido de las propias
posibilidades de los porteños.

La lucha por la organización nacional muestra el
fondo anárquico de la vida argentina y su secular
contradicción
entre unitarios (porteños, los
de frac y la levita) y federales (los del interior, los
del bajo pueblo de chaqueta); entre conservadores del
régimen español y las ideas revolucionarias de
Francia y Norteamérica[59]Debió
limar las asperezas de los caudillos provinciales lo que
insumió casi medio siglo (1810-1853)

"América Latina fue colonizada y asentada en una
tradición cultural autoritaria y vertical: la
monarquía de los Austria, la Iglesia Católica y la
economía rentista, aseguraban un patrón consistente
entre el orden social y la subordinación
política.

La Constitución nacional de 1853-1860 y sus
reformas, hasta la actualidad adoptaron el sistema representativo
y federal. Pero la centralización real fue más
fuerte que la utopía legal. Los Estados federales no
pudieron competir con la centralización económica,
política y militar"[60].

El Estado de derecho no se organizó desde abajo
hacia arriba -como en Norteamérica, con todas sus
limitaciones-, desde la sociedad hacia el gobierno. El gobierno
fue constituido, por un siglo, por la decisión de un
grupo, en su mayoría capitalino que tenía algo que
defender o ganar, dado el poco interés de
participación popular en el sufragio. El Estatuto
Provisional,
creado en 1815, exigía para poder votar,
ser hombre, el tener 25 años, un "oficio lucrativo y
útil" (no doméstico, sin independencia
económica) y una propiedad, la cual era indicadora de una
dependencia y responsabilidad social[61]Se votaba
a un representante del pueblo o provincia. El voto directo se
aplicó en 1821.

Aunque la democracia mediante el sufragio universal
masculino (desde 1853) y ahora, obligatorio y secreto, se
establece en 1913; y, en menos de dos décadas
después, se interrumpe el proceso
democrático[62]Lo que debía ser el
centro de la política democrática republicana, la
discusión y el acuerdo parlamentario, nunca jugó un
papel importante en ella, dada la presencia de un poder ejecutivo
que se atribuía grandes
poderes[63]

25. La crisis económica de 1890 no fue
única, sino casi una constante: padeció el
crecimiento desmesurado de la deuda pública, la
reducción de las exportaciones, las inversiones
fraudulentas o de mero lujo, la expansión crediticia
irresponsable otorgada a grupos especulativos con afán de
enriquecimiento rápido, las corruptelas bancarias, las
ventas y compras fraudulentas[64]

Argentina vivió las alternancias de intentos
de ordenamientos y ahorros, seguidos de saqueos
que
más sufren los menos pudientes; saqueos camuflados
cínicamente con diversos eufemismos, como
reorganización monetaria, depreciación de la
moneda, redescuentos, devaluación a la que los gobiernos y
sus economistas presentan como una inocente "variación en
la relación cambiaria", contracción salarial,
aumentos de tarifas sin aumentos de salarios a lo que llaman
"rebalanceo de ingresos", o aumentos de impuestos apelados
"modificación de la base imponible", etc. Muchos vocablos
de su lenguaje indican esta visión al revés de la
realidad: una mujer linda está "bárbara", un
erudito es "bestia", algo normal que cae justo es "genial". En la
vida "normal" del argentino alterna la racionalidad y el intento
de solucionar problemas, con el sentimentalismo, la fiesta, el
entregarse a la suerte con no me importa o el "mañana
será otro día". El mismo gobierno tiene
característica semejantes de ordenamiento con leyes que
luego cambia imprevisiblemente, democracia y
caudillos.

26. En la segunda mitad del siglo XX, alternaron luego
poderes elegidos por la ciudadanía y poderes militares que
prometieron la organización o reorganización de las
formas sociales sin lograrla. Alternancia de razón
(débil) y sin razón (armada).

Tras su aparente forma republicana, con división
de poderes supremos, la Argentina siempre tuvo un poder
ejecutivo fuerte
. De hecho, los diputados y senadores -si
bien representan a los ciudadanos y a las provincias-,
representantes del partido mayoritario, se ponen de acuerdo con
el ejecutivo (también del partido mayoritario) de turno
antes de aprobar las leyes, salvo en casos excepcionales,
utilizados como canjes de prebendas con otras fuerzas
políticas.

Cada miembro del poder judicial (Suprema Corte de
Justicia) ha sido propuesto, en una terna al poder legislativo,
por el poder ejecutivo, por lo que indirectamente ha tenido su
referente de origen en el ejecutivo.

27. Con esos antecedentes ¿no es de esperar una
democracia más formal que real, una república poco
seria? Cuando los poderes de un Estado no funcionan con
racionalidad, entonces, todo es posible, menos el desarrollo y
progreso racionalmente planificado.

Ante la desprotección institucionalizada, el
argentino debe acomodarse a las exigencias y ritmos que el
gobierno le impone y buscar su favor. El favoritismo se halla en
el origen de la corrupción. La corrupción
también llega a los jueces locales y a la policía.
El gaucho, que vivía en tierras de nadie y luego
desposeído de ellas o mantenidas mediante arrendamientos
para con la oligarquía terrateniente, o estaba con ellos o
era matrero al que hay que cazar y mandar a la frontera como
carne para los malones. Ya en el 1815 se había dado el
"decreto sobre vagancia" de modo que todo gaucho de
campaña que no fuese propietario debía reconocer
algún patrón, supervisado por los jueces de
paz.

El gaucho, hábil en su oficio de arriero y
cuidador de ganado, fue poco apreciado desde una perspectiva
capitalizadora y técnica. "Matar gaucho es obra santa ha
dicho Sarmiento" [65]Sarmiento veía a la
ganadería y al gaucho como improductivos. Lo que la
ganadería producía dependía del precio
puesto desde otras naciones. Sarmiento soñaba con
añadir a la ganadería la agricultura, para que
ésta diese pie al desarrollo
industrial[66]

En la ganadería de las estancias, el criollo,
acostumbrado a la miseria, a la ausencia de futuro, se hace
adicto a las largas siestas y prefiere robar a trabajar. El hogar
es solo una situación de paso entre arreo y arreo. La
mujer abandonada se le vuelve infiel y los hijos heredan el mismo
estilo de vida. La ley se le vuelve arisca y persecutoria al
criollo. El gaucho y el indígena que no pudieron y no
supieron adaptarse a la mentalidad economicista europea, por
selección social, quedaron excluidos, abandonados o
perseguidos hasta su extinción casi
total[67]

Aún en la actualidad, se tiene la
percepción de que la ley persigue, para que pague, al que
robó (como se suele decir) una gallina, pero no a los
latifundistas, empresarios y banqueros (los cuales -tras la
presión del prestador Fondo Monetario Internacional
lograron que el Congreso Nacional, en el 2002, los "compensara" y
protegiera aunque ellos no hicieron nada por proteger y compensar
a los depositantes que confiaron en los
bancos)[68].

"Entre los cuatro factores fundamentales que predominan
en la vida argentina está el económico. Los otros
son: la fe en la grandeza futura del país, el culto
nacional del coraje y el desprecio de la
ley"[69].

El autoritarismo, el "acomodo", y el jugar con las
leyes, ya lo sabía el taimado y ladino Viejo Viscacha
cuando así aconsejaba al gaucho:

"Hacete amigo del Juez,

no le des de qué quejarse.

Y cuando quiera enojarse

Vos te debés encoger;

Pues siempre es güeno tener

Palenque ande ir a
rascarse"[70].

Mas bien que apreciar una justicia imparcial,
ante el descreimiento generalizado en las instituciones, el
argentino busca frecuentemente el camino más corto del
clientelismo, del parasitarismo
generalizado[71]La imagen del propio valer y de la
posibilidad de la justicia se diluyen: se vive pues a merced y
por gracia del fuerte (que entonces, en el interior, era
estanciero, policía o juez). El criollo "ante males que no
tienen nombre", trata de olvidar y vivir su presente: "Ya lo
pasado pasó, mañana será otro
día"[72], o bien solo le cabe ponerse
contra la ley despreciándola.

Ciertamente el Martín Fierro no es un documento
con estricto rigor histórico, y no obstante, es el poema
nacional, la obra con la que la mayoría se identifica
sentimentalmente por expresar un momento y unas verdades perennes
del ser profundo del conflicto argentino.

28. Desde tiempos de la formación de la elite
dirigente criolla, la arbitrariedad y la búsqueda de
fortuna limitó la solidaridad al clientelismo.

"Consolida esa solidaridad (familiar) la existencia de
un patrimonio de tierras, riqueza e influencia que solo puede ser
conservado mientras la familia retenga su coherencia. Aquí
la familia consanguínea no es sino el núcleo
central de un agrupamiento mucho más vasto; que incluye
colaterales y una clientela rústica y urbana, cuyos
vínculos con ese núcleo pueden ser de naturaleza
jurídica muy variable: en Salta, en Catamarca, en la
Rioja, en el norte de Córdoba no faltan ejemplos de
familias que en efecto dominan sin rivales una entera zona, en la
que ocupan cargos de milicia y las magistraturas municipales de
policía y baja justicia"[73].

Este tipo de relación social no ha perdido
totalmente su existencia, incluso en el presente, en la vida del
interior del país. Mas, en general, el clientelismo hizo
patente una existencia de grupos insolidarios y crueles, para
quien era simplemente humano pero no formaba parte de la familia
(en sentido estricto o en sentido amplio y casi mafioso). La
justicia era percibida como una protección para el rico y
un castigo para el pobre o como un negocio de abogados que juegan
a las leyes. Ello generó una desconfianza en las leyes, o
más aún, el desprecio por las mismas. Este
desprecio a la ley no es más que el desprecio
por la racionalidad de la vida social
que ellas debieran
reflejar y proteger[74]

El abogado y el juez conocen las leyes y saben de sus
debilidades y cómo jugar con ellas: cuidan, entonces, o
descuidan los aspectos formales, apresuran o demoran el proceso
según las conveniencias; no pocas veces la víctima
resulta ser la investigada mientras el victimario
desaparece.

Ante la inseguridad, el argentino opta "por no meterse",
no implicarse en los procesos que podrían aclarar las
situaciones.

También aquí, la sensibilidad del
argentino le hace sentir que su relación con el poder es
una cuestión de suerte para no necesitar enfrentarse con
él, tratando de vivir una vida sin ideales, sin
compromisos ni responsabilidades. Y en esto también, el
poema nacional refleja algo de esa resignación del
argentino pragmático
, con frecuencia tentado de
evadir el esfuerzo y los ideales.

"No te debás afligir

aunque el mundo se desplome;

lo que más precisa el hombre,

tener, según yo discurro,

es la memoria del burro

que nunca olvida ande
come"[75]

Los próceres, intelectuales que pudieron
visitar Europa o Norteamérica, siempre estuvieron
preocupados por el deseo de hacer progresar a la nación,
para que no quedara enmarcada en la barbarie.

Para el gaucho no se trataba de
civilización o barbarie, sino de que la
civilización le creaba la barbarie: lo expulsaba de sus
tierras, de sus formas de vida, los perseguía y los
explotaba. Con el arribo de los inmigrantes, se prefirió
al "gringo" para el trabajo antes que realizaba el criollo. El
criollo tuvo que desarrollar su "viveza" para sobrevivir desde la
marginalidad. El argentino siempre debió estar al asecho
ante la viveza criolla, ante alguien que puede abusar de su
desatención. La viveza criolla tiene innumerables
formas: desde las antiguas tretas del viejo Viscacha a las
actuales como comprar una caja de medicamento el cual tiene ya
vencida su fecha de aplicación, o acerca del cual,
hermosamente envuelto, el incauto encuentra sorprendido en su
hogar que le falta parte del contenido. Las sorpresas en este
rubro son siempre sorprendentes. Porque la viveza criolla, muy
conocedora de la psicología, está al asecho para
aprovechar cualquier descuido y beneficiarse con alguna
substracción.

29. Lo que no funciona en los poderes son los
controles de los mismos, entre ellos mismos, y por los
ciudadanos. Ese control es el fundamento de una república
y lo necesario para que no se convierta en republiqueta.
Sarmiento intentó hacer de cada ciudadano un soberano con
control sobre su poder de voto; que tuviese capacidad para
decidir sobre su forma de vida y tener una mirada abierta a la
industria y al progreso.

El gran problema de una democracia, en una forma de
gobierno republicana, no se halla en quien gobierna, o en obtener
al mejor de los ciudadanos para esa tarea. El poder corrompe y,
por lo tanto, lo importante se halla en el control del
gobernante
, por medio de los gobernados a través de
sus representantes fieles a los votantes. Cuando esto falla lo
que gobierna es un autoritarismo (la reducción a un solo
poder) o la corrupción mafiosa e institucionalizada. Sin
control institucional no hay desarrollo posible, porque
no hay ni siquiera sociedad real: hay impunidad ante la
corrupción.

Aunque la Constitución establecía que cada
provincia asegurase su educación primaria, de hecho, los
gobernadores de provincias no pagaban a los docentes, o lo
hacían con subvenciones ocasionales. También en
ello estaba presente la corrupción. Sarmiento
narra (en el Monitor de la educación
común)
el caso de una directora de niñas de
Santiago del Estero que se negó a firmar el recibo de 130
pesos fuertes cuando le entregaba sólo 65; por ello fue
depuesta y separada de la enseñanza por una
Junta[76]

La corrupción no es una cuestión
económica sino, ante todo, una cuestión de moral
individual y social. La corrupción no está solo en
un sector: en los gobernantes, sin los gobernados; en el que
vende sin el que compra[77]Ella constituye una
violación de las normas sociales y morales en beneficio de
un grupo de personas.

"La corrupción implica la violación de las
reglas establecidas para obtener ganancias y beneficios
personales. Evidentemente, no puede erradicarse induciendo a los
individuos a ser más interesados. Tampoco tiene
sentido tratar de inducirla pidiéndoles que sean
menos interesados en general… En primer lugar, los
sistemas de inspección y de sanción han ocupado un
destacado lugar a lo largo de los siglos en las reglas propuestas
para impedir la corrupción"[78].

¿Se podrá creer que el "descontrol" o la
"desprolijidad" -como se dice eufemísticamente- haya
llegado, en Argentina, al punto de que no se controlara la
presencia de los miembros de las cámaras legislativas y un
diputado "trucho" votara -a final de siglo XX- leyes cuando el
quorum no era el requerido y suficiente para la
aprobación de una ley? ¿Qué ejemplo y
qué imagen recibe el ciudadano joven ante estos hechos que
quedan impunes y casi en el ámbito de lo cómico si
no fuesen dramáticos por las consecuencias que esas leyes
causaron en los desprotegidos ciudadanos?

¿En quien creerá y confiará el
argentino si sus representantes no lo representan, si la
policía no lo protege, si los bancos no lo aseguran, sino
más son cómplices de los saqueos pendulares
establecidos desde el poder político? En tales
situaciones, los límites entre la realidad social y la
ficción pierden sus matices y la neurosis colectiva es una
posibilidad que se hace realidad. Han enfermado a los ciudadanos
menos protegidos. No hay vida normal, porque no hay respeto por
las leyes ni castigo contra los violadores de las
normas.

30. Las experiencias de gran parte del siglo XX, con
intervenciones militares y gobiernos de compromiso, hacen generar
en no pocos argentinos la sensación de que la democracia
no es un sistema político capaz de autocorrección.
Los políticos aparecen en este período como
incorregibles. El poder político no está al
servicio de la educación de los socios, sino que la
utiliza para sus fines. Por momentos, se prefieren las alpargatas
a los libros; y los hombres de la cultura (de derecha, de centro
o de izquierda: Borges, Olga Cossettini, Atahualpa Yupamqui) no
la pasan muy bien si no son obsecuentes o acordes con las ideas
de los gobernantes de turno.

Esta constante situación puede hacer del
argentino un fatalista. La sociedad más que una
construcción humana, se le aparece como un muro social
infranqueable.

La impunidad es un cáncer que carcome a
las mismas instituciones, hasta el punto que todo el tejido
social se resiente y corrompe.

Europa ha padecido, en su historia, a los reyes
absolutos y lo que ha querido fue controlar el poder, y para eso
surgió el liberalismo en Inglaterra, la Revolución
Francesa y la república en Francia. Pero Francia
tardó tiempo hasta pacificarse y organizarse
económicamente[79]Por ello, argentinos como
Alberdi, si bien apreciaban las ideas de la revolución
francesa, se inclinaron, en el momento de elaborar una
Constitución, hacia el modelo norteamericano. Alberdi
desea el progreso de la nación, pero no el desorden que
produjo la Revolución Francesa ni el que existió en
Argentina en la primera parte del siglo XIX; por ello, en su
proyecto de constitución argentina, acentuó el
poder del presidente (según la tradición
virreinal), aunque deseaba constituir una república con la
división de los poderes supremos de la Nación.
También J. A. Roca, décadas después, y
habiendo ocupado las tierras indígenas, buscó el
progreso mediante la lenta pero creciente promoción de la
agricultura, la autoridad y la paz impuesta por la
fuerza
. Después de esto, era suficiente con atenerse
a la Constitución. Por otra parte, la supremacía
armada del ejército nacional quitaba toda duda a los
intentos de sublevación de los caudillos. Ya no se
necesitaban caudillos anarquizantes, sino gobernantes
honrados[80]No obstante, esta supremacía
militar se haría presente nuevamente durante el
período 1930-1983, en forma directa o indirecta, con un
ejército que en realidad obedecía a "logias" (la
"San Martín" primero y "Grupo de Militares Unidos" -GOU-
luego, "los azules" después) y no al
presidente[81]De hecho, el fraude electoral de los
conservadores (1930-1943), la proscripción mutua de
peronistas y radicales (1955-1973) y la dictadura militar
(1976-1983) hizo que la Argentina no fuese realmente
democrática. Para lograr la restituir la democracia, se
necesitó el golpe de gracia del desprestigio de los
militares, tras la derrota en Malvinas. Pero tras apariencia
democrática, la impericia económica que arrastraba
una abultada deuda pública y la
corrupción utilizando como propios los bienes del
Estado -que penetraba y se estructuraba en todas las fuerzas del
Estado- volvían a debilitarla, dada una incorregiblemente
mala e gestión pública de sus
gobernantes.

"Los subsidios a las ficticias radicaciones industriales
entre 1970-2000 tuvieron un costo fiscal superior a los 30 mil
millones de dólares, muchos de los cuales sirvieron para
subsidiar a las automotrices extranjeras. La estatización
de las deudas privadas en 1982, por obra del entonces director
del Banco Central Domingo Caballo, fue del orden de los 20.000
millones de dólares. La Guerra de Malvinas insumió
unos 10 mil millones de dólares. Las evasiones impositivas
y aduarenas en las últimas décadas superan los
30.000 millones de dólares. Los enriquecimientos
ilícitos a través de las obras públicas con
sobreprecios, licitaciones y transacciones fraudulentas (mafia
del oro, tráfico de armas a Ecuador y Croacia, entre
otras). Si a esto agregamos la baja productividad del Estado y el
sobreempleo clientelístico tendríamos una cifra
superior al PBI de todos los países de América
Central y Caribe. Argentina dilapidó a través de
una mala gestión pública una gran parte de su
capacidad de crecimiento"[82].

31. Los argentinos padecieron la anarquía, por el
poder de las facciones (los caudillos), de las logias y
proscripciones, por la ausencia de proyecto propio y de valores
humanos fundamentales
. En las crisis, buscaron a un salvador
con un poder autoritario e iluminado que pusiese orden y
orientación nacional. Gobernados y gobernantes son
mutuamente causa y efecto de una mentalidad autoritaria. "Para
todo gobierno argentino recurrir a los organismos de fuerza del
Estado (ejército, policía, ejecutivo con facultades
extraordinarias) fue una tentación
irresistible"[83]. Lamentablemente, el pueblo
argentino no exigió, con firmeza, transparencia en la
gestión de gobierno.

Tanto la anarquía como la inmigración y la
intervención autoritaria de una persona o de un pueblo
generan una situación de no dominio de las situaciones, de
perpetuo desarraigo, que se manifiesta en las personas como "no
metiéndose, aislándose, no conviviendo… El
colapso persistente de las normas, de los hábitos o de las
costumbres son los que rompen toda madurez
psicológica"[84]. En realidad, Argentina es
pueblo, en parte, aún adolescente que ha esperado la
solución en alguien superior a él, aunque
éste sea depositario de un poder despótico o
arbitrario: como el pueblo no asumió reiteradamente la
prerrogativa del poder, lo hicieron los militares. Lo que
faltó fue confianza en las propias fuerzas
ciudadanas
y en la democracia a pesar de ser una forma de
gobierno imperfecta, pero lentamente
perfeccionable[85]pero, por otra parte, esta falta
de confianza -sin la cual es imposible cualquier
sociedad[86]tiene históricamente en
Argentina una causa. Los acontecimientos de diciembre de 2001
hicieron surgir la sensación de frustración,
incluso por los políticos elegidos, bajo el lema
utópico de que "se vayan todos" los políticos, no
es un hecho aislado.

¿Futuro
incierto?

32. El futuro no es necesariamente reflejo del pasado,
aunque éste lo condiciona. Para romper con los lastres del
pasado se requieren condiciones externas o internas que rompan la
rutina y una voluntad férrea para elaborar y lograr una
forma de vida distinta. Estos cambios a veces son revolucionarios
pero de poca duración; y a veces solo graduales y
cimentados. El futuro es posibilidad, pero abierta,
incierta.

De hecho, Argentina ocupó, en 1928, el
duodécimo lugar en el mundo en cuanto a su producto anual
por habitante. En 1998, y pese a su recuperación
económica iniciada en 1991, retrocedió hasta el
vigésimo octavo lugar, teniendo un producto anual de 8.570
dólares por habitante. Si hubiese conservado su puesto
28º, en 1998, su producto anual por habitante hubiese sido
el de 25.820 dólares por habitante (como le
correspondió a Holanda). En el 2002, en la gestión
del presidente Duhalde, elegido por el poder legislativo -tras
consultas y acuerdos con los gobernadores de provincias-, el 60%
de los habitantes argentinos ganaban menos de 200 dólares
mensuales y, aproximadamente, el 25% de ellos -5 millones- eran
indigentes (ganando 1 dólar por día).

No obstante, aun dentro de este panorama
apocalíptico de la degradación y subdesarrollo
argentino, algo se ha mejorado: se ha roto el ciclo de
intolerancia y mutua exclusión (unitarios y federales,
radicales y conservadores, peronistas y antiperonistas). Es
intolerante quien prefiere romper las reglas constitucionales
antes de que su rival le gane, convirtiendo al adversario en
enemigo.

Los ciudadanos, en reiteradas elecciones, deberán
dejar en claro el poder de prerrogativa y la prerrogativa del
poder que poseen, en un lento y progresivo proceso
democrático que elimine los nichos enquistados de
corrupción y la falta de visión económica
eficiente.

Los argentinos debemos aprender, como mínimo
grado de conocimiento político-social, que la
Constitución está sobre los partidos y deben
desistir de hacer trampas con ella, o intentar cambiarla
según las conveniencias. La fuerte presencia de abogados
en la función pública y en la gestión de
gobierno les hace creer profesionalmente que la justicia es
jugar con las leyes
: la "justicia" se convierte, entonces,
en lo que los abogados o jueces dicen que es, según las
circunstancias.

Algún día Argentina podrá brillar
no ya por su utópica esperanza en alcanzar regaladamente
la utópica región de la Plata, sino por el logro de
una lúcida y brillante justicia para con sus
ciudadanos.

 

 

Autor:

W. R. Daros

UCEL – CONICET

Rosario – Argentina

[1] Cfr. FOUCAULT, M. Defender la sociedad.
Bs. As., FCE, 2010. IZQUIERDO, I. Somos nuestra memoria. Bs.
As., Zorzal, 2011.

[2] Nos llevaría más
allá de nuestros propósitos actuales realizar un
detenido análisis de esta problemática, por
ejemplo, en Ser y Tiempo de M. Heidegger (México, FCE,
1974. Primera parte, Segunda Sección); o en Identidad y
diferencia (Barcelona, Anthropos, 1988), donde el ser es
presencia esencial, fundamento de todo ente que cambia (p. 77);
en el Conceptos fundamentales (Madrid, Alianza, 1989) donde el
ser del hombre está sobre lo históricamente
acontecido como ente (p. 31). O bien detenernos en esta
problemática desde la perspectiva de Louis Lavelle en La
presencia total (Bs. As., Troquel, 1971) según el cual
el ser es definido como presencia absoluta y el tiempo es
interior a ese ser, por lo que el yo puede estar siempre
presente a sí mismo, aunque no siempre es consciente de
sí (p. 53). O bien en la obra de Maurice Blondel
L´être et les êtres (Paris, PUF, 1963) con la
problemática del tiempo y la duración (p. 496).
He tratado estos temas en mi libro Verdad, error y aprendizaje
disponible en: www.williamdaros.wordpress.com

[3] COLON, C. Diarios. Relaciones de viajes.
Madrid, Espasa, 1985, p. 220. Cfr. LE GOFF, J. La
civilización de Occidente Medieval. Barcelona,
Paidós, 2009.

[4] MELLAFE, R. La esclavitud en
hispanoamérica. Bs. As. EUDEBA, 1964, p. 21.

[5] PETROCELLI, H. Lo que a veces no se dice
de la conquista de América. Rosario, Didascalia, 1992,
p. 57.

[6] GARCÍA HAMILTON, J. Los
orígenes de nuestra cultura autoritaria (e
improductiva). Bs. As. Calbino, 1990, p. 132. Cfr. MORA, D. F.-
GONZÁLEZ SUÁREZ, M. Identidad y conciencia
latinoamericana. México, Plaza y Valdés, 2008.
POMBO, M. Crisis e identidades colectivas en América
Latina. México, Plaza y Valdés, 1990.

[7] GARCÍA HAMILTON, J. Los
orígenes de nuestra cultura… p. 61. Cfr.
ZORRAQUÍN BECÚ, R. La organización
política argentina en el período hispano. Bs.
As., Perrot, 1981, p. 16. AA. VV. Aportaciones de la
América española a la idea y realidad del Estado
Moderno. Madrid, Foro Panamericano Francisco de Victoria,
2003.

[8] Cfr. ALEMAN, R. Breve historia de la
política económica argentina 1500-1989. Bs. As.,
Claridad, 1997, p. 15. THOMAS, Hugh. El imperio español.
Bs. As., Planeta, 2004.

[9] PRIORA, J. C. Connotaciones
Antropológicas del V Centenario en Enfoques, l992, n. l,
p. 44. Cfr. GARCÍA HAMILTON, J. Los orígenes de
nuestra cultura… Op. Cit., p. 130. TODOROV, T. La conquista
de América. El problema del otro. Bs. As., Siglo XXI,
2003.

[10] Cfr. ROSMINI, A. Filosofia della
politica. Milano, Marzorati, 1972, p. 155.

[11] Cfr. CUCCORESE, H. – PANATIERI, J.
Argentina. Manual de Historia Económica y Social. Bs.
As., Macchi, 1971, Vol. I: “Argentina criolla”, p.
57. ROSENBLAT, A. La población indígena y el
mestizaje en América. Bs. As., Claridad, 1952.

[12] Cfr. ALEMAN, R. Breve historia de la
política económica argentina 1500-1989. Op. Cit.,
p. 81. GIBERTI, H. Historia económica de la
ganadería argentina. Bs. As., Raigal, 1954, p. 126.
DÍAZ ALEJANDRO, C. Ensayos sobre la historia
económica argentina. Bs. As., Amorrortu, 2009.

[13] Cfr. MANSILLA, Hugo. “Contra la
práctica de hacer pasar elementos autoritarios como
diferencias culturales de orígenes
autóctonos” en Enfoques, 2011, nº 1, pp.
5-22

[14] Cfr. BARLOW Nora (Ed.) Charles Darwin's
Diary of the Voyage of 'H.M.S. Beagle', Cambridge, University
Press, 1933, pp. 197-200. (Del día 29 de noviembre al 4
de diciembre de 1833). Cfr. Revista Ciencia Hoy, 2009, Volumen
6, nº 3.

[15] PETROCELLI, H. Lo que a veces no se dice
de la conquista de América. Op. Cit., p. 33.

[16] MASILLA, L. Una excursión a los
indios ranqueles. Bs. As., Amorrotu, 1977, p. 98, 100.

[17] Cfr. MORA, D. F.- GONZÁLEZ
SUÁREZ, M. Identidad y conciencia latinoamericana.
México, Plaza y Valdés, 1990. DEVOTO, F. –
MADERO, M. Historia de la vida privada en la Argentina. Tomo I.
Bs. As, Taurus, 1999. TRIGEAUD, J. M. Humanisme de la
Liberté et Philosophie de la Justice. Bordeaux,
Bière, 2005.

[18] SARMIENTO, Domingo, F. Facundo,
Civilización y Barbarie. Bs. As., Claridad, s/f., p.
254. Cfr. DAROS, W. La promoción de los valores humanos
en Vera Humanitas, (México), 2009, nº 47, pp.
93-120.

[19] Cfr. DÍAZ DE GUZMAN, R. La
Argentina. Bs. As., Emecé, 1998 (Original de 1612).
AGUINIS, M. El atroz encanto de ser argentinos. Bs. As.,
Planeta, 2002, p. 13.

[20] ALBERDI, J. B. Bases y punto de partida
para la organización política de la
República Argentina. Bs. As., Centro Editor de
América Latina, 1972, p. 11, 26, 89, 90, 164, 55.

[21] Cfr. MOUFFE, C. En torno a lo
político. Bs. As., FCE, 2011.

[22] Cfr. SABATO, Hilda. Disputas
Políticas por la construcción de la
república (1850-1880) en El pensamiento de
Bartolomé Mitre y los liberales. Bs. As., Ateneo, 2009,
p. 13.

[23] Cfr. TERÁN, O. Alberdi
póstumo. Bs. As., Puntosur, 1988, p. 150. SABATO, H. y
otros. Historia de las elecciones en la Argentina 1805-2011.
Bs. As., Ateneo, 2011.

[24] Cfr. FILLOL, T. Social Factors in
Economic Development: the Argentine Case. Cambridge
(Massachusetts), The MIT Press, 1961.

[25] HERNÁNDEZ, J. Martín
Fierro. Bs. As., Distribuidora Quevedo Ediciones, 2008,
IIº, 32. Cfr. FORNET BETANCOURT, Raúl,
Crítica intercultural de la filosofía
latinoamericana actual. Madrid, Trotta, 2004.

[26] Cfr. SAUTU, R. (Coop.) Catálogo
de prácticas corruptas. Corrupción, confianza y
democracia. Bs. As., Lumiere, 2004. SCHNAPPER, D. La democracia
providencial. Ensayo sobre la igualdad contemporánea.
Rosario, Homo Sapiens, 2004. KLIKSBER, B. Hacia una
economía con rostro humano. Bs. As., FCE, 2002.

[27] Cfr, Diario La Capital, 10/12/04, p. 26.
BAZÁN, R. Partidocracia y autoritarismo en DESSEIN, D.
Reinventar la Argentina. Bs. As., Sudamericana, 2003, p. 81.
SIMÓN RODRÍGUEZ, M. La igualdad también se
aprende. Madrid, Narcea, 2010.

[28] GARCÍA DELGADO, D.
Estado-Nación y la crisis del modelo. El estrecho
sendero. Bs. As., Norma, 2003, p. 150.

[29] Cfr. FUKUYAMA, F. Confianza. Virtudes
sociales y la capacidad de generar prosperidad. Bs. As.,
Atlántida, 1996. CHIARAMONTE, J. Ciudades, Provincias,
Estados. Orígenes de la Nación Argentina. Bs.
As., Ariel, 1997. STIGLITZ, J. Los felices 90. La semilla de la
destrucción. Bs. As., Taurus, 2003. PIGNA, Felipe. Los
mitos de la Argentina. La construcción de un pasado como
justificación del presente. Bs. As., Norma, 2004.
JOZAMI, A. Argentina. La destrucción de una
nación. Bs. As., Mondadori, 2003. SHUMWAY, M. La
invención de la Argentina. Bs. As., Emecé,
2005.

[30] Cfr. ROSA, J. M. Análisis
histórico de la dependencia argentina. Bs. As.,
Guadalupe, 1973, p. 39. DIFRIERI, J. Moneda y bancos en la
República Argentina. Bs. As., Abeledo-Perrot, 1967, p.
60. BAGÚ, S. El plan económico del grupo
rivadaviano (1811-1827). Rosario, Universidad Nacional del
Litoral, 1966.

[31] OLMOS GAONA, A. La deuda odiosa. Valor
de una doctrina jurídica como instrumento de
solución política. Bs. As., Ediciones Continente,
2005, pp. 50-51.

[32] Para la constatación de la deuda
pública argentina, cfr. MINISTERIO DE ECONOMÍA.
Informe económico 2002. Primer trimestre 2003. Bs. As.,
Secretaría de Política Económica, Abril
2003, Vol. 44, p. 166. GALASSO, N. De la banca Baring al FMI.
Historia de la deuda externa argentina. Bs. As., Colihue,
2001.

[33] Cfr. CYNOWIEC, M. A propósito de
la división de poderes: reflexiones sobre la
irracionalidad del poder en Propuestas para la sociedad, el
gobierno y la producción, 2001, nº 9, pp.
157-162.

[34] OLMOS GAONA, A. La deuda odiosa. Valor
de una doctrina jurídica como instrumento de
solución política. Bs. As., Ediciones Continente,
2005, p. 24. CASTORIADIS, C. La institución imaginaria
de la sociedad Argentina. Bs. As., Tusquets, 2003.

[35] GIARDINELLI, M. El país de las
maravillas. Los argentinos en el fin del milenio. Bs. As.,
Planeta, 1998, p. 264.

[36] Cfr. GURCHUNOFF, P. – LLACH, L. El
ciclo de la ilusión y el desencanto. Bs. As., Planeta,
2000. FERRER, A. La economía argentina. Las etapas de su
desarrollo y problemas actuales. Bs. As., FCE, 2000.

[37] INGENIEROS, J. Proposiciones relativas
al provenir de la filosofía. Bs. As., Losada, 1947, p.
22. Ingenieros siguió manteniendo esta dualidad;
admitió, por un lado, lo metafísico pero reducido
a lo universal, perfectible, antidogmático e impersonal,
como superación de la experiencia basada en la
experiencia; y, por otro, la relativo, hipotético,
singular, realmente imperfecto, lingüísticamente
preciso e histórico, en el ámbito del positivismo
(Cfr. pp. 81-87). Ingenieros estimaba que estaba superando la
dualidad porque proponía “un sistema
armónico que intente explicar lo inexperiencial en
función de lo experiencial”. Mas sólo
mantenía una dualidad hipócrita (encubierta): la
realidad era la histórica; lo inexperiencial no era real
ni superreal; estaba constituido sólo por
hipótesis que se anticipaban a “la realidad
experiencial en el porvenir” (121).

[38] INGENIEROS, J. El hombre mediocre. Bs.
As., Siglo XX, 1988, p. 135.

[39] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Contribuciones para una interpretación de la
realidad social argentina y americana. Bs. As., Distal, 1988,
p. 316.

[40] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Op. Cit., p. 318 nota. Cfr. BAUMAN, Z. La sociedad
situada. Bs. S., FCE, 2011.

[41] Cfr. SABDAY, F. Cuadillos de la
Argentina. Bs. As., Ateneo, 2002.

[42] Cfr. GORCHUNOFF, P. – LLACH, L. El
ciclo de la ilusión y el desencanto. Bs. As., Planeta,
2000. DÍAZ ALEJANDRO, C. F. Ensayos sobre la historia
económica argentina. Bs. As. Amorrortu, 2001. IZUZQUIZA,
I. Filosofía del presente. Una teoría de nuestro
tiempo. Madrid, Alianza, 2003. REYES, A. Ensayo sobre la
inteligencia americana. Madrid, Tecnos, 2002.

[43] Cfr. DEVOTO, F. – MADERO, M.
Historia de la vida privada en Argentina. Bs. As., Taurus,
1999. Vol. I-III. CICCERCHIA, R. Historia de la vida privada en
la Argentina. Bs. As., Troquel, 1998.

[44] Cfr. GARCÍA GUAL, C. Los
cínicos: El movimiento cínico en la
antigüedad y su legado. Barcelona, Seix Barral, 2000.

[45] Cfr. GACÍA DEL GADO, D.
Estado-nación y la crisis del modelo. El estrecho
sendero. Bs. As., Norma, 2003, p. 11.

[46] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Bs. As., Distal, 1988, p. 115.

[47] Cfr. LAFFORGUE, J. (Comp.) Historias de
caudillos argentinos. Bs. As., Alfaguara, 1999. LEVENE, R.
Historia de la Nación Argentina. Bs. As., El Ateneo,
1950. MAYO, C. Estancia y sociedad en la Pampa. 1740-1820. Bs.
As., Biblos, 1995.

[48] TERNAVASIO, M. La revolución del
voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852.
Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 53.

[49] HALPERÍN DONGHI, T.
Revolución y guerra. Formación de una elite
dirigente en la Argentina criolla. Bs. As., Siglo XXI, 2002, p.
90-91.

[50] Cfr. ALBERDI, J. B. Bases y puntos de
partida para la organización política de la
República Argentina. Bs. As., Estrada, 1952, p. 56.

[51] Cfr. TERNAVASIO, M. La revolución
del voto. Política y elecciones en Buenos Aires,
1810-1852. Op. Cit., p. 56, 61. ORTEGA, E. “Quiera el
pueblo votar”. Historia electoral argentina, desde la
Revolución de Mayo a la Ley Sáenz Peña.
1810-1912. Bahía Blanca, Giner, 1963.

[52] El Constitucional de 1833. Diario
político, literario y mercantil. 10 de agosto de 1833,
nº 29. Intervención reproducida del Diputado
Anchorena. Cfr. ANNINO, A. (Coord.) Historia de las elecciones
y el espacio político nacional en Iberoamérica en
el siglo XIX. Bs. As., FCE, 1995.

[53] EL Centinela, nº 28, 9 de febrero
de 1823. Cfr. TERNAVASIO, M. La revolución del voto. Op.
Cit., p. 148.

[54] CELESIA, E. Rosas. Aportes para su
historia. Bs. As., Peuser, Apéndice documental, Tomo, I,
p. 449-450. Cfr. TERNAVASIO. Marcela. La revolución del
voto. Bs. As., Siglo XXI, 2009.

[55] Mensaje de Rosas a la Sala de
Representantes. 1º de enero de 1837. Cfr. TERNAVASIO, M.
La revolución del voto. Op. Cit., p. 207.

[56] SIMONETTI, J. El ocaso de la virtud.
Ensayos sobre la corrupción y el discurso del control
social. Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 151.
CAFIERO, M. Y LLORENS, J. En la Argentina robada. Bs. As.,
Macchi, 2002.

[57] Cfr. FUKUYAMA. F. La gran ruptura. La
naturaleza humana y la reconstrucción del orden social.
Bs. As., Atlántida, 1999. COMOU, A. Los desafíos
de la gobernabilidad. México, Plaza y Valdés,
2001. CHONSKY, N. El bien común. México, Siglo
XXI, 2001.

[58] Cfr. QUIROGA, H. La Argentina en
emergencia permanente. Bs. As., Edhasa, 2005. CORTÉS
CONDE, R. La economía política de la Argentina en
el siglo XX. Bs. As., Edhasa, 2005.

[59] Cfr. ROMERO, J. Las ideas
políticas en Argentina. Bs. As., FCE, 1975.
SALDÍAS, A. Historia de la Confederación
Argentina. Rosas y su época. Bs. As., Lajouane, 1892.
MASTRONARDI, C. Rasgos del carácter argentino en AGOSTI,
H. – MASTRONARDI, C. El ensayo argentino. Bs. As., Centro
Editor de América Latina, 1992, p. 82.

[60] DELICH, F. La crisis en la crisis.
Estado, Nación, Sociedad y Mercados en la Argentina
contemporánea. Bs. As., Eudeba, 2002, p. 104.

[61] TERNAVASIO, M. La revolución del
voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852.
Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 33, 40. Estatutos, Reglamentos y
Constituciones Argentinas (1811-1898). Bs. As., Universidad de
Buenos Aires, 1956, p. 33.

[62] Cfr. HALPERÍN DONGHI, T. Vida y
muerte de la República verdadera (1910-1930). Bs. As.,
Ariel, 2000. ROBERTSON, J.P. y W.P. Cartas de
Sudamérica. Bs. As., Emecé, 2000. BECK- BERNARD,
L. El Río Paraná. Cinco años en la
Confederación Argentina. Bs. As., Emecé,
2001.

[63] ROMERO, A. L. La crisis argentina. Una
mirada al siglo XX. Bs. As., Siglo XXI; 2003, p. 42.

[64] ALEMAN, R. Breve historia de la
política económica argentina. Op. Cit., p.
165-166.

[65] JAURECHE, A. La falsificación
como política de la historia en AGOSTI, H. –
MASTRONARDI, C. El ensayo argentino. Bs. As., Centro Editor de
América Latina, 1992, p. 64. Algunos de nuestros
próceres hacen una lectura romántica del gaucho y
desde las ideas europeas de progreso y civilización.
Sarmiento inicia el tercer capítulo de su Facundo, con
tres renglones en francés haciendo románticamente
constar el lujo de la libertad del gaucho, en medio de las
privaciones económicas. El gaucho pertenece a “una
sociedad ficticia para remediar la desasociación
normal” (SARMIENTO, Domingo, F. Facundo,
Civilización y Barbarie. Op. Cit., p. 50).

[66] BONANTINI, C. Educación y
sociedad. Análisis histórico estructural de la
escuela media argentina. Rosario, UNR, 1994. Tomo I
(1810-1945), p. 38.

[67] Sólo en el siglo XX,
después de la inmigración, el gaucho fue
idealizado como un hombre pacífico y libre en la
inmensidad de la pampa, negándose o ignorándose
el contenido político y social en que vivió. Algo
semejante puede decirse de los indígenas, perseguidos
hasta su extinción -como en el caso de los onas y otras
etnias- y reconociéndoseles entonces a todos los pueblos
indígenas, en la constitución nacional de 1994,
“la posesión y propiedad comunitarias de las
tierras que tradicionalmente ocupan” (IIª, Cap. IV,
art. 75, inc. 17).

[68] Cfr. TERRAGNO, R. La simulación.
Argentina y el FMI: Dos décadas de mentiras y
autoengaños. Bs. As., Planeta, 2005.

[69] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Op. Cit., p. 214-215.

[70] HERNÁNDEZ, J. Martín
Fierro. Parte II, c. 15.

[71] Cfr. ESCUDÉ, C. El Estado
parasitario. Bs. As., Lumiere, 2005. STEVERLYNCK, J. Democracia
corrupta y la crisis argentina. Bs. As., Argenta, 2002.
TERRAGNO, R. La simulación. Argentina y el FMI: Dos
décadas de mentiras y autoengaños. Bs. As.,
Planeta, 2005.

[72] HERNÁNDEZ, J. Martín
Fierro. Parte I, c. 10.

[73] HALPERÍN DONGHI, T.
Revolución y guerra. Formación de una elite
dirigente en la Argentina criolla. Op. Cit., p. 394. Cfr.
CICERCHIA, R. Historia de la vida privada en la Argentina. Bs.
As., Troquel, 1998.

[74] Cfr. DEVOTO, F. – MADERO, M.
Historia de la vida privada en la Argentina. Bs. As., Taurus,
1999, Vol. I-III. SABATO, H. La Política en las calles.
Entre el voto y la movilización. Buenos Aires,
1962-1880. Bs. As., Sudamericana, 1998.

[75] HERNÁNDEZ, J. Martín
Fierro. Parte II, c. 15.

[76] HILLERT, F. y otros. El sistema
educativo argentino. Antecedentes, formación y crisis.
Bs. As., Cartago, 1985, p. 106.

[77] Cfr. SIMONETTI, J. El ocaso de la
virtud. Ensayos sobre la corrupción… Pp.17-37.

[78] SEN, Amartya. Desarrollo y libertad. Bs.
As., Planeta, 2000, p. 329.

[79] Cfr. FURET, F. Pensar la
Revolución Francesa. Barcelona, Petrel, 1980.
GARCÍA BELSUNCE, C. (Comp.) Buenos Aires, Su gente,
1800-1830. Buenos Aires, S/E., 1976. GONZÁLEZ BERNALDO,
P. Civilidad y política en los orígenes de la
Nación Argentina. Bs. As., FCE, 2001.

[80] Según Roca, establecida la paz en
el país, solo restaba progresar siendo personas morales.
“No hay felizmente un solo argentino, en estos momentos,
que no comprenda que el secreto de nuestra prosperidad consiste
en la conservación y el acatamiento a la
Constitución, y no se necesitan seguramente las
sobresalientes cualidades de los hombres superiores para hacer
un gobierno recto, honesto y progresista” (Julio A. Roca.
Discurso ante el Congreso al asumir la presidencia el 12 de
octubre de 1880. Cfr. La prensa, 13 de octubre de 1880. Cfr.
BOTANA, N. – GALLO, E. De la República posible a
la República verdadera (1880-1910). Bs. As., Ariel,
1997. ALPERÍN DONGHI, T. Proyecto y construcción
de una nación (1846-1880). Bs. As., Ariel, 1995. SCOBIE,
J. Revolución de las pampas. Historia social del trigo
argentino, 1860-1910). BS. As., Solar-Hachette, 1969, p.
35.

[81] Cfr. POTASH, R. El Ejército y la
política argentina 1928-1945. De Yrigoyen a
Perón. Bs. As., Sudamericana, 1971. TORRADO, S.
Estructura social de la Argentina: 1945-1983. Bs. As., De la
Flor, 1994. CASTELLO, A. Historia contemporánea de los
argentinos. Tomo I: La reacción conservadora. Bs. As.,
Abaco, 1983.

[82] PÉREZ LINDO, A. Reconstruir la
sociedad, reinventar el Estado. Bs. As., Proyecto Editorial,
2003, p. 63.

[83] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Op. Cit., p. 275.

[84] MAFUD, J. Psicología de la viveza
criolla. Op. Cit., p. 310.

[85] Cfr. FUKUYAMA, F. La gran ruptura. La
naturaleza humana y la reconstrucción del orden social.
Bs. As., Atlántida, 1999.

[86] SEN, Amartya. Desarrollo y libertad. Bs.
As., Planeta, 2000, p. 59.

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